domingo, 6 de julio de 2008

fin de semana de Ormuz

El viento se filtró por una de las ventanas y cambió la página que leía el joven de ojos azules. Detuvo por un momento su lectura ante la insistencia del viento. Cerró el libro y se estiró un poco, enseguida se dirigió hacia la ventana y contempló el atardecer.
-No me había percatado de lo tarde que es... lo mejor será salir a comer un buen Kochwurst.

Tomó su saco de una silla que se encontraba cerca de la salida de su cuarto. Presionó el botón del elevador, se abrieron las puertas y entró. Caminó por los pasillos hasta llegar a la salida del Hotel. Se quedó por unos instantes decidiendo en qué restaurante iba a comer ese día, hasta que tomó una decisión y caminó hacia el sur, en donde entró a un restaurante en donde no había comido anteriormente.

Enseguida le dieron una mesa, le hizo una seña al mesero, quien rápidamente se acercó a atender al joven.
-Le tomo su orden joven.
-Deseo Kochwurst, con un poco de jugo de naranja.

Se notaban sus finos modales al comer. Dos chicas que se encontraban cerca su mesa comenzaron a murmurar.
-¿Ya viste? ¡Es muy guapo!
-Sí... Se ve muy lindo!

Tomando su vaso dio un pequeño sorbo, se le quedó mirando a su bebida y exclamó: ¡Que buen gusto tienen! –refiriéndose al comentario hecho por las chicas. Aunque el comentario no fue el mismo para la comida, a diario se quejaba de que no encontraba algún lugar en donde tuviera un buen sabor. Nunca sabía igual a la comida que le preparaba su maestro Xian.

Saliendo del restaurante, decidió tomar un paseo al parecer si rumbo alguno y antes de que se diera cuenta había llegado a un parque cercano en donde empezaba a oscurecer. Cuando estaba por sentarse en una de las bancas miró hacia una de las calles y vio una heladería. El chico no pudo contenerse, los helados le encantaban y se preguntó si los helados eran tan buenos como los de su país.

Cruzó la calle y cercándose al comercio pidió como siempre un helado de chocolate. El comerciante se apresuró a atender al chico, quien le pareció muy agradable y lindo.
-¡Aquí tienes muchacho!
-¡Gracias! – Sacó rápidamente un billete de su bolsillo y tomó el helado y comenzó a comerlo. –Me parece tan apetitoso como los de Alemania.
-Aquí está tu cambio muchacho...
-Puede quedarse con el cambio- y se alejó sin decir nada más.

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