domingo, 6 de julio de 2008

fin de semana de Ran

El constante ruido de pisadas inmediatamente arriba de su habitación era insoportable. El eco hacía que el ruido se amplificara millones de veces, taladrándole los oídos.

Y luego estaba la maldita presión en el pecho. Desde que se acercó a la casa, supo que algo vivía ahí. Lo peor del caso es que le habían asignado la torre como su habitación, y precisamente era en la torre donde eso vivía.

Ran se sentó en la cama, aliviado de que los primeros rayos del sol hubieran acallado las pisadas. Luego recordó que su habitación no tenía baño, lo cual le molestó demasiado. Cómo es que todos tenían baños menos él? Hizo la nota mental de matar a Sodalite la próxima vez que lo viera, y se las arregló para asearse en el baño de la planta baja.

Una vez hecho esto, Ran meditó con cuidado que haría, y decidió salir de la casa. No soportaba mas la presión en el pecho, era casi como si le fuera a estallar de un momento a otro. Sin siquiera recordar que compartía de nuevo casa con sus antiguos compañeros de Weiss, manejó hacia la que una vez fue la base de ese equipo. La florería Koneko no Sumu Ie.

Se estacionó frente a esta, sintiendo las viejas presencias de ellos en la casa. Aun cuando su hermana llevaba tiempo viviendo ahí, no lograba opacar la intensidad de las emociones que se habían impregnado a las paredes, y que, como fantasmas, aun caminaban ahí, reviviendo viejos recuerdos, sin ser algo más que eso. Recuerdos.

Hacía tiempo había dejado de usar el nombre de Aya. Ahora iba por su verdadero nombre, Ran. Su hermana ahora estaba viviendo su vida. No era justo que él le siguiera robando su nombre.
Con un suspiro, el pelirrojo sacó una pastilla del frasquito que siempre llevaba con él y casi inmediatamente después de ingerirla, las presencias a su alrededor se acallaron, como si el medicamento levantara un poco el velo que dividía el mundo de los vivos del mundo…de los otros.

Ran decidió pasar la noche fuera. No tenía intensiones de arruinarse más emocionalmente sin razón.

La mañana siguiente, despertó en su auto, en algún paraje a unas horas de la casa. El sol ya estaba levantado casi en lo más alto.

Ran prefirió ir a Tokio para realizar algunas compras, particularmente de libros, los cuales siempre eran sus mejores y únicos amigos. Afortunadamente aun podía mantener su atención fija en un libro como para ignorar a las presencias, aun en la casa, así que se dedicó a comprar una pequeña biblioteca que le llevaría un buen tiempo leer.

El pelirrojo pasó el día de librería en librería, hasta que finalmente en la noche se dio cuenta de que no había más que regresar. Angustiado, se dirigió a la casa, rezando porque pudiera pasar la noche sin oír tantas pisadas sobre su habitación.

Y tendría que arreglar el asunto del baño. No le gustaba nada la idea de no tener uno. Era irritante.

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